―Tranquila, no haré
nada que tú no quieras.
Pasó la punta del
dildo por la comisura de mis labios, me sentí algo tímida al principio, no era
mucho de ese tipo de juegos y mucho menos había sido la pasiva de alguien, pero
me entregué y abrí la boca para que ella me penetrara. Lo lamí y succioné un
buen rato, curiosamente me excitó hacerlo. Renata lo quitó de mi boca y lo pasó
por mis pechos, de afuera hacia dentro, hasta llegar a mis pezones y comenzó a
darles pequeños golpecitos. No pude evitar comenzar a quejarme un poco, el
dolor y el placer eran uno, no sabía dónde empezaba uno y terminaba el otro.
―Chicas, vengan ―dijo
Renata dirigiéndose a sus amigas, estas acudieron de inmediato y se
arrodillaron cerca de nosotras.
Por un momento,
como ya estaba algo más sobria, quise pararme y vestirme, hice el ademán, pero
Renata presionó su palma sobre mi pecho y volvió a recostarme, esta vez, con
los brazos extendidos a mis costados.
―Es nuestro turno
de satisfacerte.
Silvia y Lorena se
recostaron junto a mí, una a cada lado y las dos comenzaron a deslizar sus
dedos suavemente por mi cuerpo. Lorena tomó mi mano derecha, Silvia la
izquierda y se llevó a la boca uno de mis pezones, antes de que pudiera gemir, Lorena
me besó en la boca. Renata se encontraba entre mis piernas, besaba mis muslos y
de vez en cuando lamía mi sexo de manera superficial, comenzó a dolerme; estaba
muy excitada como para que se permitiera únicamente a jugar conmigo, quise
hablar, pero Silvia me tomó del mentón, me guio hasta su boca y cuando Renata
introdujo la punta del juguete en mí, tuve que sofocar un profundo quejido.
Cuando introdujo el juguete por completo, Silvia dejó mis labios libres y dejé
escapar un grito. Lorena jugueteaba con uno de mis pechos y Lorena con el otro,
se alternaban para besarme y acariciar mi abdomen mientras Renata entraba y
salía de mí sin piedad. Nunca me habían penetrado con un arnés y la sensación
era algo dolorosa, pero adictiva, lo quería dentro, fuerte y duro; pero Renata
se limitaba a penetrarme lento y a pasar su lengua por mi torturado clítoris
que sentía a punto de estallar.
En un momento en el
que mi exalumna comenzó a acelerar los movimientos, mi respiración se agitó
sobremanera y ya no me fue posible besar a ninguna de las chicas, estaba muy
cerca y lo notaron, tanto Lorena como Silvia tomaron una de mis manos y me
acariciaron el pelo y el rostro, estaba mojada en sudor, alcé la vista y vi a
Renata mirándome a los ojos mientras su lengua incansable azotaba mi sexo y con
una mano utilizaba el juguete, sentí un ardor y una leve electricidad
recorrerme todo el cuerpo, apreté el dildo dentro de mí y en cuanto Renata lo
retiró se llevó consigo el orgasmo más fuerte de mi vida, grite una, dos, tres
veces, las chicas me seguían tomando de la manos y acariciando mi pelo. Renata
bebió todo lo que salió de mí y luego se abrazó a mis piernas descansando su
cabeza sobre mi bajo vientre, Lorena y Silvia reposaron en mi pecho. Quedé
temblorosa, con el corazón agitado y un cansancio implacable se apoderó de mí.
Cerré los ojos, lo último que recuerdo es haber escuchado la respiración de las
chicas y el suave trinar de algunas avecillas que despertaban con la luz del
alba.
Desperté entrado el
medio día, nos habíamos quedado dormidas sobre la alfombra y en algún momento
de la noche Renata se había levantado para cubrirnos con una frazada. Vi a mi
lado a Lorena, volteé y vi al otro lado a Silvia y a Renata. El sol estaba
alto, el otoño nos regalaba un hermoso sol y una que otra nube traviesa. Al
recordar lo sucedido, me reí despacio, Renata se despertó.
―Hola…
―Hola ―respondí.
―¿Cómo dormiste?
―La verdad, ni sé
en qué momento me dormí.
Renata se irguió y
me invitó a seguirla, caminé tras ella hasta llegar a su habitación y nos
metimos en su cama.
―Admito que lo pasé
muy bien anoche ―le dije, algo avergonzada. El alcohol me había abandonado y ya
no sentía aquel envalentonamiento de antes.
―Ni lo digas, hacía
años que no pasaba una noche así… es decir, con más de una persona.
―¿En serio? Me
pareció que tenías bastante experiencia.
―El alcohol te hace
valiente, ¿sabes? ―rio―. Ahora no me siento capaz de volver a compartirte con
alguien ―me dedicó una mirada entre tímida y tierna.
―Renata, es tarde,
debo volver a la casa de la amiga con la que me estoy quedando… y quizá
resolver algunas cosas con…
―¿Con tu ex…?
¿Mi ex? No lo había
pensado; sin embargo, era obvio que, si le contaba sobre mi noche a Maya, esta intentara
castrarme o atentar contra mi vida. Al parecer, se me habían facilitado las
cosas y por fin saldría de aquella malograda relación.
―¿Sabes? Creo que
me quedaré aquí, contigo… si no te molesta.
Era obvio que ya no
regresaría con Maya.
―Claro que no,
deberías ir mañana por tus cosas y hoy dedicarte a consentirme… ―me miró
coqueta y pasó uno de sus dedos por mi labio inferior.
―Claro que lo haré…
creo que lograste atraparme en tu red…
Renata sonrió y me
besó. Tras ese beso de buenos días, me escurrí bajo las sábanas para
consentirla, aquel día sería el primero de muchos para embriagarme de la que,
al parecer, era mi nueva chica.
Después de todo, no
había sido un error ir.
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