―¿Qué pasa?
―¿Iba en serio lo
de quedarnos aquí en lugar de ir a tu cuarto?
―Muy enserio ―respondió
al tiempo que se erguía para quitarse la polera y luego quitarme la mía.
Miré de reojo a las
chicas, estaban recostadas sobre el sillón y una de ellas me guiñó un ojo
mientras su pareja le besaba el pecho ya desnudo. No sé si fue producto del
alcohol o si realmente me excitó aquella pequeña interacción, pero se me esfumó
la vergüenza y quise seguir en ese juego que era tan nuevo para mí. Renata, con
una de sus piernas entre las mías se volvió a inclinar para besarme y yo me
aferré a su espalda, toqué su piel suave y trigueña y desabroché su sostén, sus
pechos pequeños y firmes quedaron libres y se presionaron contra mi cuerpo.
Dejó de besarme para que yo también me quitara el sostén, cuando volvió a
besarme pude sentir sus pezones duros contra los míos, la atraje más hacia mí
como si quisiera meterme en su piel y embriagarme en su aroma febril.
Las caricias
siguieron al igual que los besos, las manos hábiles de Renata desabrocharon mi
pantalón y terminé quitándomelo, igual ella. Junto con los pantalones nos habíamos
despojado de la ropa interior.
Aquel era el
momento en el que debía decidir si seguir o no… más de tres años dedicados a
una sola mujer y ahora se me presentaba esto. Las amigas de Renata estaban
desnudas sobre el sillón, Silvia se encontraba entre las piernas de Lorena y
esta última dejaba escapar unos gemidos tímidos. Debo admitir que mi ego salió
a flote y quise dejar en claro quién era la más dominante allí. Me posicioné
sobre Renata y la besé hasta dejarla sin aire, mis manos recorrieron sus muslos
y se deslizaron hacia su entrepierna, allí me detuve y presioné su sexo
palpitante, luego me abrí paso entre los pliegues de su piel y llegué a su
clítoris erecto, lo masajeé con cuidado, ella empezó a gemir. Como por instinto
la besé y mordí sus labios para que guardara silencio, una parte de mí aún se
cohibía con la presencia de las dos chicas cerca de nosotras, pero eso cesó
cuando Lorena dejó escapar un gemido de placer mientras Silvia se encontraba en
su entrepierna.
“¿Hizo acabar a Lorena
así, tan rápido?”, pensé y de inmediato mi ego me llevó a internarme en la
entrepierna de Renata, pero ella me detuvo.
―¿Qué pasa? ¿No
quieres? ―pregunté.
―No es eso… solo
que quería usar algo.
―¿Algo como qué? ―la
miré, confundida.
―Tengo un arnés, y
quiero que te lo pongas… está claro que esta noche seré tu pasiva…
Asentí, y tras uno
o dos minutos la vi regresar con el dichoso juguete. Me lo puse sin problemas,
no era la primera vez que usaba uno de esos.
―Te voy a hacer mía
―le dije mientras la veía tumbarse sobre la alfombra.
―Qué cliché ―rio―,
está bien, tómame…
Me incliné para
besarla una vez más, mis labios recorrieron su cuello, su pecho, sus pezones y
su abdomen, luego quedé frente a frente con ella y me ayudé con una de mis
manos para poner la cabeza del juguete en su entrada húmeda, ella dejó escapar
un hondo suspiro y comencé a empujar mi cadera hacia adelante, hundiéndome en
ella. Renata se quejó y se aferró a mi espalda clavándome sus uñas. No sentí
dolor alguno y comencé a moverme en un suave vaivén que fue acelerándose poco a
poco. Miré de reojo a las chicas, ahora era Lorena quien estaba en la
entrepierna de Silvia y esta última me miraba como si estuviese esperando su
turno, seguí moviéndome, besando a Renata saciando esa sed que por meses había
ocultado y cuando ella estuvo al borde del clímax, la penetré tan fuerte que
tuvo que ahogar sus gritos mordiéndome el hombro.
Todo me es confuso
ahora, pero recuerdo que Lorena y Silvia se acercaron a nosotras y pronto me
encontraba penetrando a Silvia mientras Lorena besaba a Renata. Luego era Lorena
quien estaba a gatas esperando por mí, mientras Silvia y Renata se entregaban
la una a la otra en un sesenta y nueve. Cuando todas tuvieron un orgasmo
conmigo y me encontraba agotada, mareada y al filo del desmayo, Renata se
acercó hasta mí, bebió de una lata de energética que traía en la mano, tomó un
sorbo y me dio a beber de su boca. Nos quedamos así, bebiendo un buen rato en tanto
que la pareja se propinaba caricias y besos. Renata y yo estábamos arrodilladas
sobre la alfombra una frente a la otra. Cuando la bebida se acabó, respiré y
exhalé hondamente.
―Creo que está por
amanecer ―le dije.
―Parece que sí, mi
hermosa Nicky…Te luciste esta noche; superaste las expectativas que tenía de ti
―dijo sonriendo con picardía.
―¿Qué? ¿Cómo que
expectativas?
―Siempre supe que
eras una activa de tomo y lomo…
―Así que eso te
llamaba tanto la atención ―reí también―. ¿Tanto se me notaba?, ¡ja, ja, ja…! ¿Así
que eso te gusta de mí…?
―No solo eso, también
me gusta tu postura de líder y esos ojos profundos que me clavaban su mirada
cuando te decía no entender algo mientras me hacías clases… ¡Dios, me excita tanto
pensar en ti como mi profesora!
―Quizá influye que
soy, al menos, diez años mayor que tú…
Sin decir más,
acarició mi rostro y me besó en la boca. El sabor a guaraná se sentía aún más
dulce viniendo de los labios de Renata. Me llevó lentamente hacia atrás y me recosté
con los brazos cruzados en la espalda, Renata me besó de nuevo y luego dirigió
su atención a mis pezones, ignorados hasta el momento.
―Has sido una chica
mala, muy muy mala esta noche, Nicky… Tendré que disciplinarte un poco.
“Vaya, la alumna
aprendió rápido”, pensé.
Me quitó el arnés
con cuidado y luego tomó solo el juguete haciendo a un lado las amarras. Lo
llevó a su boca y lamió lo que antes había estado dentro de ella. La miré
sorprendida.
―¿Qué piensas hacer?
CONTINUARÁ…
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