De la mano de Mailen Ema Sofía, te invitamos a viajar por una linea de notas que abordarán temas INCOMODOS que en algún momento debemos conversar, debatir, pensar, actuar, por la importancia que tienen para cada un@, sobre todo en estos días. Atención!
Suena a paradoja, pero NO lo es. A estas alturas ya entendemos que la cultura machista no presenta género ni orientación sexual. Es más bien como un apéndice de la cultura colonizadora de la que provenimos, dejándonos esta herencia de dudosa reputación que cada día se hace mas necesaria extirpar.
En el caso de las personas que nos identificamos con la sigla LGTBIQ+, aún siendo parte de una minoría diversa (muchas veces oprimida y víctima del sistema patriarcal), aprendimos por nuestro “ADN cultural” (próximo tema de artículo) un sinfín de actitudes y creencias que tienen sus orígenes hace más de 2.000 años atrás. Desde donde surge el dogma de la superioridad y dominación del hombre sobre la mujer. Siendo el género masculino más poderoso y fuerte, pragmático por sobre emocional. Capacitado por la naturaleza para el dominio de las bestias y las civilizaciones. No así lo femenino, a quién le corresponde el camino servil, por qué como diría Aristóteles, “En cualquier tipo de animal, siempre la hembra es de carácter más débil, más maliciosa, menos simple, más impulsiva y más atenta a ayudar a las crías”
De seguro que esa frase puede molestar a mas de una, pero resulta que en el mundo lésbico seguimos manejando códigos relativos a lo que culturalmente se considera femenino y masculino (femme/butch). Por lo que, sin darnos cuenta, hemos perpetuado estas creencias reproduciendo el mismo esquema hetero-patriarcal, en el cuál hay una persona que es activa y la otra pasiva. Una que domina y la otra que se somete. Una que da y la otra que recibe. Y ojo aquí con caer en la simpleza de creer que sólo las lesbianas identificadas con lo “masculino”, son las que perpetúan el machismo. Ya que la necesidad de control, dominación y sometimiento puede provenir de una o ambas partes en una relación amorosa.
Esto debido a la idea del “amor romántico”, que nos dice que somos la mitad de algo incompleto. Que los celos son muestras de afecto. Que sin exclusividad no hay amor. Que sentir deseos por otra persona es por falta de deseo a tu pareja. Que tu pareja debe ser lo más importante en tu vida. Que tiene derecho a opinar en como te vistes, en como es tu familia. Delimitar con quién te juntas, a quién le hablas y lo que haces por redes sociales.
¿Te identificas con algunas de esas ideas? Entonces amiga, es hora de auto darte cuenta.
Porque ya no estamos en tiempos de perpetuar la idea del “así soy yo”. No, usted no es de una u otra forma. Usted amiga mía, aprendió a ser. Y así como aprendió a reaccionar con agresividad para defenderse cuando se siente atacada, puede desaprenderlo y en su lugar procurar tener una madurez emocional que nos permita aceptar que las personas no somos objeto de propiedad privada, ni vinimos a esta vida a cumplir expectativas ajenas. Cada una debe hacerse cargo de los vestigios negativos de la cultura patriarcal en la que vivimos.
En mi caso, crecí siendo una mujer estereotipada como “masculina” por que prefería jugar a la pelota en vez de con muñecas, porque amaba subir árboles por sobre tener las piernas bonitas. Porque no les aguantaba a los hombres que molestaran, y respondía a combos y patadas si lo sentía necesario. Básicamente por no dejarme someter y tener gustos propios, fui catalogada de masculina. No lo cuestioné ¡Obvio que lo era! Muy flaca, inquieta y peluda para ser una princesa. Sin pechos en la adolescencia, de cabello corto para no tener que lidiar con no saber peinarme. Fui un hombre según muchos. Y así mismo actué.
Sin importar cuanto me rebelé contra el machismo de mi familia, desarrollé el mío propio. Estando sutilmente presente en actitudes que para mi parecían inofensivas o de las cuales no me percataba. Como hacer comentarios del cuerpo de otras chicas, compartir fotos intimas con amigues, hablar por sobre mi pareja por tener una voz más fuerte y grave. O bien algunas que ni si quiera me percataba de su raíz misógina, como masculinizar a las mujeres fuertes (incluyéndome), y ridiculizar a otras personas por su delicadeza o “feminidad”, como si fuera un defecto más que una cualidad.
Porque entendamos que el machismo se perpetúa a través de la idea del “sexo fuerte v/s el sexo débil”, la dominación de una parte y la sumisión de la otra. Y hay que reconocer Burdas queridas, que en nuestra comunidad siguen funcionando las mismas dinámicas que nos han oprimido e invisibilizado durante tantos años.
Son muchas las actitudes que tienen una raíz machista, y no es menester de este artículo enumerarlas. Más bien se pretende hacer una invitación a observar las conductas aprendidas en la infancia. Observar los esquemas familiares en los que crecimos, y como estos nos implantaron formas de actuar y pensar. Es preciso que hagamos este ejercicio para luego observar como la sociedad replica estos patrones, ya que, desde todas las áreas de estudio y conocimiento, se nos ha bombardeado con ideas misóginas y quienes nos criaron, crecieron creyendo en la veracidad de estas ideas.
Hoy gracias al FEMINISMO podemos tomar conciencia de nuestros actos, agradezcamos por ello y hagamos honor a quienes lograron lo que hoy tenemos.
Debes estar logueada para comentar Login