De la mano de Mailen Ema Sofía, te invitamos a viajar por una linea de notas que abordarán temas INCOMODOS que en algún momento debemos conversar, debatir, pensar, actuar, por la importancia que tienen para cada un@, sobre todo en estos días. Atención!
El concepto de dualidad indica la existencia de dos elementos diversos y antagónicos que se producen en un mismo ser o ambiente: El ying y el yang, el bien y el mal, la luz y la oscuridad. No existe el día sin la noche, ni la entrada sin una salida. Todo ente vivo lleva en si la muerte, y toda muerte conduce a la vida.
Este fenómeno se
produce en casi todo aspecto de la vida: Biológico, químico, físico,
matemático, filosófico, psícologico y espiritual. Y en todos ellos, se expresa
como una interacción entre dos elementos diferentes que co-existen en oposición
y por ende, se necesitan entre si. Un claro ejemplo de esto es la mismísima
pro-creación, que requiere de un óvulo y un espermio para dar vida. O sea, una
mujer y un hombre. Un ser femenino y uno masculino.
Basada en esta
dualidad de la sexualidad biológica de los seres humanos, es que se han
determinado las características de los géneros. Estableciendo que aspectos le
corresponden a cada uno realizar y cuales les están vetados o no son apropiados
según la moral social. Dichas características se nos inculcan desde el
nacimiento, a partir de nuestro núcleo familiar y son reforzadas por el entorno.
Predisponiéndonos a desarrollar ciertas actitudes o conductas, así como también
a juzgar las del resto. Explicándolo de forma figurativa, si yo como madre
quiero vestir a mi bebé varón con un pijama rosado lo más probable es que el
resto asuma que es una niña, por la simple asociación del color con el sexo
biológico.
Sin embargo, el cuestionamiento esta dualidad cerrada de lo “femenino” y lo “masculino” nos ha permitido aceptar que ambos géneros pueden expresarse en todas las personas, en distintos niveles e intensidades. Y que esto no tiene necesaria relación ni con su identidad de género ni con su orientación sexual.
A partir de esto,
surge la premisa de que todes convivimos con nuestra dualidad; nuestro ser
femenina y ser masculina, nuestras virtudes y defectos, nuestro ser psíquico y
físico. Y aquí es donde comienza a ponerse incomodo el tema de la dualidad.
Porque ¿Qué tan consciente somos de las contradicciones que nos habitan? Y mas
aún ¿Entendemos como impactan en nuestro día a día?
Un claro ejemplo
en este punto es el personaje de Gollum, de la película “El Señor de los
Anillos”, en el cuál surge una lucha interna del ser avaro y perverso sobre
aquel vestigio humano que desea amor y bondad. O en el caso de la literatura
tenemos a Harry Haller, el protagonista de la novela “El lobo estepario” de H.
Hesse, dónde dicho sujeto vive la pugna entre su ser humano que debe convivir
en sociedad y su ser animal, el lobo solitario de las estepas, sumergiéndose
así en un viaje hacia sus angustias y temores, para encontrarse consigo mismo.
Este último
ejemplo me ayudo a entender la importancia de visualizar todas las
personalidades que habitan en mi y los comportamientos que tengo según mis
estados anímicos. De manera de hacer las paces con aquellas cosas que me
avergüenzan o no me gustan, y al mismo tiempo reconocerlas como parte de la
multiplicidad de rasgos que me hacen un ser único.
Porque no se
trata solamente de pensar en positivo y negativo, si no en buscar el balance
entre ambos puntos. Aceptando nuestra femineidad y masculinidad, nuestra
humildad y soberbia, cuando actuamos con valentía y cuando tenemos temor. Entendiendo
que toda faceta de nosotres mismes nos pertenece, y que por ende, sólo estando
en paz con aquellas dualidades podremos encontrar armonía en nuestro interior.
“En especiales
condiciones de talento surge el presentimiento de la diversidad del alma
humana, rompen el mito de la unidad de la persona.”
El lobo Estepario, Herman Hesse
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