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Soy Lela

Romance de otoño

Romance de otoño

Llevo horas recostada, mirando el techo de la oscura habitación en la que me encuentro. Busco y busco alguna respuesta, alguna palabra de aliento, de consuelo, algo que limpie un poco las heridas de mi testarudo corazón.

¿Cómo es posible que desates en mí tantas sensaciones al unísono, que sienta los latidos detenerse en mi pecho, que la sangre parezca dejar de recorrer mis venas y dejarme el cuerpo más helado de lo que pareciera estar mi espíritu?

No puedo dormir, porque no he sido capaz de encontrar respuesta. Quizá lo más sencillo sería preguntártelo a ti, pero sé que te pone de mal genio que te despierten en medio de la noche y lo mucho que te cuesta conciliar el sueño, así que esperaré hasta mañana.

El rumor del viento en la ventana parece tocar una melodía triste y lejana, tan lejana como ahora lo son esos besos tuyos que me enloquecen, que me envuelven en un calor intenso que comienza en el pecho y se expande por todo mi cuerpo. Extraño esta noche, tus besos. Extraño a cada momento tu piel, tus manos, tu cuerpo completo y la sustancia que lo mantiene con vida; extraño tu alma, tu esencia corpórea y la etérea…

Me doy vuelta en la cama e intento arrastrar mi interrogante. Pero no puedo, no puedo aclarar mis confusas ideas yo sola.

El manto oscuro de la noche me envuelve en sus brazos y comienza a mecerme. Mis párpados pesados comienzan a bajar el telón ante mi vista y siento cómo la inconsciencia se va apoderando de mí, internándose en mis sentidos como un calmante que aligera mi alma agitada y temblorosa, y me entrego a Morfeo.

Comienzo a ver la distorsión entre el tiempo y espacio que provoca la inconsciencia y la sensación de volar sin despegar del suelo me agrada. Veo el cielo, veo rostros familiares y felices, cuya alegría empapa mi alma y decido soñar hasta que el sol se aparezca en mi ventana. Mi corazón, que dormita apacible entre blancas nubes de algodón se acelera con la sola visión de tu silueta, de tu figura entre el paisaje que acababa de inventarme, y mis ojos, como si quisieran grabar cada facción de tu rostro, cada línea de tu cuerpo, me traen de nuevo a la vigilia, a mi alcoba… a la triste realidad de estar despierta otra vez en angustioso insomnio.

Mi niña, dulce ángel sin alas, ¿cómo puedes ser real, si eres igual a una doncella sacada de un cuento, si eres como una princesa capaz de iluminar mi vida con tu sonrisa?

Mi mente me muestra las imágenes de nuestro último encuentro, en esa calle que conduce hasta tu casa. Te paraste frente a mí sin soltar mi mano, mientras caminábamos en dirección a tu hogar. El viento movió tus cabellos despeinando los hermosos rizos que te bajaban por los hombros, hasta las caderas. Te atraje hacia mí, deseaba verte de frente y poder verme en tus ojos de avellana, entre dulces y traviesos. Te rodee la cintura con mis brazos y tu rostro quedó a la altura de mi cuello, allí encontraste un humilde refugio de ese viento tan cómplice mío.

Te sentí respirar agitada, mis manos en tu espalda percibían el leve temblor de tu frágil cuerpo… levanté tu rostro y te miré fijo… quería grabarme tu mirada en las pupilas e iluminar con ella las noches oscuras que, muy a pesar mío, no tardarían en llegar. Pensé que el tiempo se había detenido para nosotros; la verdad, deseaba perderme en tu mirada para siempre, pero tus labios imantados fueron a encontrarse con los míos. El leve temblor de tu cuerpo iba en ascenso; pudo haber sido la brisa otoñal que acariciaba tus hombros desnudos a su paso o una reacción al contacto de tus brazos ligeramente cubiertos apenas por la fina tela de tu blusa, en contacto repentino con la fría chaqueta de cuero negro que yo llevaba. Jamás lo sabré.

Mientras mi boca seguía aferrada a la tuya y el piso bajo mis zapatos parecía desaparecer junto con mi cordura, pasaste tus brazos por mi cuello, me mordiste sutilmente el labio inferior y supe que una sonrisa traviesa asomaba a tu boca. Me separé solo para ver cómo sonreías. Te besé en la frente y te dejé marchar hacia la puesta de sol, hacia esa luz anaranjada que hacía ver tus cabellos rojizos tan brillantes, tan perfectos, y te veías tan mágica al caminar, mientras desaparecías llevándote contigo un pedazo de mi alma.

Me di vuelta solo cuando tu silueta se perdió completamente en la distancia.

Mientras el insomnio sigue acompañándome, planeo nuestro próximo encuentro y dejo que las horas pasen y se alojen en una esquina de la habitación.

Mañana, antes del mediodía iré a visitarte como lo prometí esta tarde. De haberme preguntado antes todas estas cosas, quizá tendría más tiempo para besarte y menos para hablar. Pero no puedo partir sin saberlo, sin develar la magia que esconde tu alma para hechizar a la mía.

Mañana, después de pasar a verte, deberé partir hacia el extranjero. Gané una beca de estudios que aquí me sería imposible obtener. No sé realmente cuánto tiempo deba estar allá. No sé qué será de mí si me voy y no vuelvo a ver tu hermoso rostro nunca más… por eso, Cariño, cuando te tenga entre mis brazos otra vez, en unas cuantas horas, podré preguntarte qué es lo que haces para dejarme sin aliento. Escucharé tu respuesta, de seguro será sencilla, como todo lo que dices, como lo eres tú misma, y cuando te bese para despedirme limpiaré en silencio las lágrimas que quizá escapen de mis ojos para que no lleguen a tocarte a ti.

Al separarnos, podré besarte en la frente por última vez, y ver la alegría brotar de tus labios. Perdóname, mi amor, por no decirte nada. Perdóname por no ser capaz de confesarte que el beso que te daré mañana será el último, pero no fui capaz, no pude con la angustia que me provocaba la idea de cambiar por lágrimas de despedida tu dulce y hermosa sonrisa.

 

"Amante de las letras, los misterios de la noche y los gatos. Romántica por esencia, pasional por instinto. Enamorada de su primer amor..."

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