Creo que desde muy chica supe hacia dónde iba mi micro, y es más, mi micro iba conducida por una mujer. No se muy bien por qué pero mis inquietudes y gustos siempre fueron para un ambiente más aventurero, desde embarrarme con mis primos a hacer arriesgadas maniobras jugando. Mi hermanita siempre observaba de lejos, varias veces la defendí de los hombrecitos de mis amigos y sus juegos brutos.
En fin, perdimos de repente a mamá, fue muy duro y más aún, nos quedamos sin el “modelo” femenino que se espera para la crianza de un par de niñas. Y en ese momento, con madrastra y todo, quienes sin querer queriendo asumieron el papel, fueron algunas de mis profesoras. Tuve suerte, mucha suerte de haber caído en un colegio en el que se podía hablar de tú a tú con las monjitas seglares (se vestían de ropa de calle). Era genial saber que mi inquietud e hiperkinesis era aceptada, aun cuando en un momento se me enfrentó duramente por parte de mis compañeras, sólo por no ser cómo ellas, respondí sus preguntas y me mantuve firme delante de ellas. Si bien aun no salía del closet, podía defenderme bastante bien en cuanto a mi actitud frente a la vida. Fue ahí que aparecieron unas profes más que bakanes, con las cuales pude hablar y ver que esto que estaba pasando, que no se nombraba, era normal. Tuve mi primer amor platónico, sin entenderlo, pero conversado con mis mayores, quienes fueron guías en cuanto al autocontrol que significa vivir en esta sociedad, aún no preparada para niños gay. Las recuerdo y sonrío, me acuerdo de sus caras, de sus abrazos, de sus pañuelos quitando lagrimas de mi cara. Hasta grande, conversamos sentadas en el patio, hablando de la vida, nunca me dijeron cómo debía vestir ni cómo comportarme, solo a ser fuerte y eso iba para todas las alumnas de mi colegio, salimos todas fuertes en cuanto a enfrentar la vida y nuestros desafíos laborales, familiares, lo que sea.
No me cabe duda que más de un par era y yo creo que los son hasta hoy, lesbianas de tomo y lomo, supe luego que una dejó de ser monja. Debió ser bueno, al menos para ellas, encontrar a una criatura como yo y tratar de guiarla con las palabras adecuadas, sin decirlo textualmente, pero por lo menos indicar lo que era mejor para no generar más angustia, más miedo.
Perdí a mi madre, pero llegaron aquellas que sin haberme parido, me ayudaron a ser una mujer, si, una mujer con la frente alta en el Chile de hoy.
Creo que es la profesión de las profesiones, quienes tienen la vocación y la cumplen, hacen que los pequeños seres humanos, se conviertan en personas útiles, apreciadas y amadas.
Hoy mientras algunos de nosotros gritamos fuerte SOY GAY! Y vivimos nuestras vidas dentro y fuera del trabajo, la mayoría de ustedes, instructores de vida, deciden vivir enmascarados como si estuvieran cometiendo un crimen.
Y no, creo que ustedes, tremendos seres humanos, debieran ser los más visibles, orgullosos y con el pecho inflado. Artífices de carreras, como personajes públicos y de salud, leyes, arquitectura, comunicaciones, etc. Impulsandonos a ser más, no importando quien eres y a quien amas.
A mi me dijeron: se fuerte, da tus argumentos, nunca te defiendas por lo que eres, si no por lo que haces, por lo que muestras y construyes.
Casi es el día de las madres, vaya mi homenaje a esas mujeres que nos recibieron en el colegio y también curaron nuestras heridas, que nos miraron a los ojos, que nos enseñaron. Gracias por dejarnos crecer con valores y con todo el punch que sólo una madre te puede dar.
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