“Nunca más volveré a ser una” Y la otra Gabriela Mistral.
Nunca conecté con Gabriela Mistral, nunca.
Nunca entendí cómo su poesía infantilista y llena de pomposos arreglos clásicos la habían hecho merecedora de un Nobel de literatura y aún, ya asumida lesbiana por todas las leyes, tampoco entendía el fervor con el que muchas compañeras la idolatran.
Era simple, me sentaba en bibliotecas públicas a hojear sus libros buscando algo que me uniera a ella, que me encendiera una chispa en la guata, que me removiera y no encontraba nada, así, medio en silencio, llevaba esta nula conexión como algo incómodo… cosas de gusto pensé y le cerré la puerta.
Pero pasados los años la figura de “Madre Patria” comenzó a buscarme tan bruscamente que me llegó una invitación al taller organizado por @Mistralianas el cual asumí con gusto y como una oportunidad de reconciliación y reconocimiento desde otro lugar para encontrar a otra Gabriela, la real.
Y leímos su poesía,que me sigue pareciendo lejana y no convincente, pero también leímos pensamientos, ensayos sobre su visión política, textos dedicados a otras compañeras artistas y ahí en su voz más libre apareció al fin la mujer que tanto esperaba encontrar, con una inteligencia fuerte, fluida, con un empoderamiento mágico, con desolación, fragilidad, terquedad, sequedad, verdad.
Logré romper ese himen inmaculado, gris, asexuado, opaco, hasta medio beato de mujer abnegada, maestra dura, dama sin brillo que aparece en el billete de 5000, repetida con sangre y sin ningún nuevo enfoque hasta el cansancio en aulas sin educación verdadera, demasiado contraproducente con su voz y figura, también llena de celos y miedos al abandono, una lesbiana no asumida con signos patriarcales en su querer e invisibilizada hasta hoy por la sociedad Chilena que la quiere casi porque es una obligación, porque la historia lo avala y porque se ganó el premio más importante de todos. ¿Pero quién es la verdadera Lucila Godoy? ¿Qué había debajo de esos largos faldones? ¿Qué esconden esas fotos sin expresión en un blanco y negro/sepia?

¿Quién es esa mujer que le dio tanto al mundo y a la cuál recién nueve años después de su gran logro el estado atiende con el premio nacional de literatura?
Gabriela empezó a escribir desde muy joven, sus primeras publicaciones fueron firmadas de muchas maneras, con un seudónimo masculino, también como Alguien, incluso Soledad.
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Le fue difícil abrirse paso pues sus pensamientos no eran “acordes a una mujer”. Demasiado directa y fuera de la estructura.
Tuvo una infancia pobre, trabajó desde niña, siempre cercana a la precariedad, se sentía tosca, fea y gorda. Su primer amor la dejó por otra y al no poder llevar la vida de lujos que su nueva amante requería, Romelio Ureta terminó dándose un balazo en la cabeza. Gabriela sólo tenia 20 años.
Gran educadora, su método era el dinamismo, iba encontrando los caminos para acercar a todos a la cultura, ese creo fue su mayor don.
La historia que me enamoró fue entender el amor de Gabriela por las rondas y lo ritual, lo cual no provenía de los niños sino del CORRO, un círculo de trabajadores obreros que entremedio de las faenas bebían cervezas y conversaban sobre temas sindicales, Mistral compartía con ellos y ellos la escuchaban, ella los instruía en literatura y cuentan que más de alguno se escapaban de sus labores para ir escondidos a ser oyentes en sus clases.
A ella le preocupaba que sus alumnas estuvieran en un lugar propicio para aprender y por esto gastaba dinero en tener las humildes salas calientes o compartir un café, té y galletas para generar este encuentro cercano con el conocimiento.
Todo este aspecto realmente desconocido empezó a deshielar mi corazón terco de capricornio.

Esta mujer vivió en distintos lugares de Chile, una itinerancia llena de dulce y agraz porque a medida que conquistaba y dejaba una imborrable huella en cada sitio también alimentaba habladurías y rencores de sus colegas profesores quienes sentían que su falta de estudios y métodos nuevos no aportaban en nada, hasta llegaron a inventar que fue amante del presidente Pedro Aguirre Cerda pues fue uno de los pocos que creyó firmemente en sus aptitudes.
En estos años y como relata en voz propia vivió en una gran pobreza pues no generaba el dinero suficiente a pesar de su cargo de Directora, al contrario vivía de manera humilde y solitaria, con el corazón triste, trabajando mucho y sin mucho tiempo para la creación.
Fue entonces que el estado Mexicano pone los ojos en ella para contribuir en el avance de la educación azteca siendo valorada como realmente merecía. En México hay muchas escuelas que llevan su nombre con orgullo y admiración hasta hoy.
Allí también comenzó la relación con Palma Guillén y ambas fueron las madres de Yin Yin, un niño que aparece en la vida de la poeta como un ahijado al cual nunca reconoce como hijo legítimo hasta su último suspiro en los brazos de Doris Dana.
Yin Yin también se suicida a sus 18 años dejando un inmenso dolor en ésta profunda y enigmática mujer llena de secretos, muertes y sorpresas a sus hombros.

Otras de las aristas que me marcó fue entender que su pensamiento político era mucho más “iluminati” del que yo creía, pues ella sentía que estaba podrida de raíz, siendo esta la principal razón por la cual no prestó interés en la lucha del voto femenino sosteniendo que si ya la política funcionaba mal con hombres con mujeres sería igual.
No se consideraba feminista pero desde mi punto de vista lo era desde una visión mucho más actual, creía ferozmente que el salario entre ambos géneros debía ser igualitario y asumía la diferencia abismal como intereses del capital pues mientras los hombres invertían en burdeles y alcohol, las mujeres solo debían preocuparse de qué servir en la mesa y vestir a sus hijos.
Además enfrentó con gran coraje a los críticos que ninguneaban a las escritoras de la época y conformó una alianza insuperable con Alfonsina Storni y Juana De Ibarbourou. La sororidad no contemplada como palabra existente en aquellos años la crearon en cierta medida estas mujeres que se amaban y retroalimentaban. Como una hermandad distinguían en sus pares legado y territorio. Todas reconocían como gran madre a la poeta uruguaya y víctima de femicidio: Delmira Agustini.

El resto de la historia es más bien conocida por la gran mayoría.
Su apasionante amor con Doris Dana, escritora nortamericana, 30 años menor la cual fue revelada en el libro “Niña Errante” (del cual no existen nuevas ediciones transformándose en una joya de colección) nos presenta a esta Gabriela llena de otredad, una Gabriela que se descubre a través de sus palabras, a ratos, en un yo masculino, un pequeño y atesorado agujero en la puerta que deja al descubierto lo mejor y lo peor, revelando sus miedos, errores, identidad fluida, el alma de un artista sin escapatoria de quién se es, porque los artistas no son santos, ni símbolos de luchas planas o heroicas como muchas veces la historia quiere hacer creer, los artistas no son dioses blancos bajados del cielo con un poder mágico que vienen a llenar de luz, belleza y poesía al mundo, los artistas son humanos como todos, resplandecientes y oscuros, que con gran placer y condena aprenden a vivir con el dolor punzante, viendo demasiado cerca a sus fantasmas, conviviendo con el sol y la luna, con el estado consciente iluminado y con el infierno ardiente, con la herida que sangra y con la locura que se libera de la forma más pura que hay: la fragilidad, ese el néctar que tanto añoramos.

¡LA HISTORIA DEBE SER RE-ESCRITA POR MUJERES!
Columna dedicada a Jenifer, Nata Mourgues, Gabriela Jimenéz y Karen Vergara por ayudarme a ver más allá. Gracias !
@niz.martinez
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