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El viaje de Anto, Capítulo IV

Soy Lela

El viaje de Anto, Capítulo IV

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Nunca digas nunca

Como yo no era lesbiana, los besos con Fran solo fueron una manera de experimentar e intentar descubrir qué estaba ocurriendo conmigo. Obvio, si estaba totalmente segura de mi heterosexualidad. Además y siendo bien honesta, me dio pánico sentir todo lo que sentí aquella noche en el Fausto.

Por eso, al principio nuestra relación era de: “nooooooo, nunca más” solamente estábamos experimentando. Y ojo, que me lo creía, varias veces le dije al gordo: ¡te juro que nunca más va a volver a pasar algo así! Y bueno como mi vida en ese momento era una mezcla de esquizofrenia, bipolar y borderline, o sea, súper tranquila. Cada vez que nos juntábamos, siempre a carretear y con varios tragos en el cuerpo, terminábamos agarrando…

Les mentiría si les dijera que todo fue fácil, incluso con alcohol sentía miedo de tenerla cerca, era demasiado difícil contenerme. Aunque claro, las primeras dos semanas fueron entretenidas, era un juego, siempre con el nunca más en la punta de la lengua… El problema es que nos veíamos harto, carreteábamos harto, los lunes íbamos a Bokhara (otra discotheque gay) y durante la semana a distintos lugares, la mayoría gay. La verdad no sé en qué momento pasó de ser un no si estoy experimentando a un chuuuuucha parece que de verdad me enamoré de esta mujer. Sé que antes les había dicho que sentía que era el amor de mi vida, pero en estos casos del dicho al hecho hay harto trecho y ser lesbiana no estaba entre mis planes.

En fin, ¿cómo terminé enamorándome? Fran daba unos besos más ricos que… Uffff, de verdad, aunque tuve pololos antes, nunca me había calentado tanto con un beso, quería tocarla, quería ir más allá de solo un roce, soñaba con ella, me estaba empezando a volver loca. Pero ella, al principio y según lo que me contaba el gordo, no estaba ni ahí conmigo, yo era casi su experimento social… ¿Pero cómo? decía yo, si cuando estamos juntas me trata tan bien, es tan tierna. Me acuerdo que una vez estaban el gordo y ella, porque de verdad eran amiguis, poto y calzón, carreteando en un pub que se llamaba Drag Queen, que quedaba en Bellavista, y a ella le dieron ganas de verme tipo 11 de la noche, me llamaron para invitarme, obvio como yo era prendida les dije que sí, pero como no tenía plata no sólo pagaron mi cuenta, sino que además me fueron a buscar… Entonces, ¿cómo si tenía esos gestos le iba a creer al gordo que no sentía nada por mí?

No podía ser verdad lo que él me decía, pero como era cabra chica, empecé a picarme… Si no me quiere chao… Estuvimos como un mes en el tira y afloja… Hasta que una Francisca dijo las palabras mágicas, esas que derriten a cualquiera: te amo, estoy enamorada de ti…

Claro que la situación fue cero romántica, – en un principio por lo menos -, estábamos en una disco de lesbianas que cerró, se llamaba Máscara, (¿alguien se acuerda o estoy definitivamente vieja?) bueno la cosa es que andaba; para variar, con varias piscolas puestas y picadísima porque según el gordo no estaba ni ahí conmigo, es más llegó a decirme que me estaba agarrando pal hueveo, que yo no significaba nada para ella, que él la conocía mejor que yo y que de lesbiana tenía cero… A mi favor, a pesar de esos gestos de ternura como ir a buscarme sólo para verme, siempre nos veíamos con el gordo en común, jamás nos llamamos por teléfono, ni salimos solas… Ninguna de las dos se atrevió a dar el paso de despegarnos del gordo para estar juntas… Quizás era demasiado difícil asumir que estábamos comenzando una relación y no precisamente de amistad, o a lo mejor ella de verdad no tenía intenciones reales de empezar algo conmigo… Todo eso daba vueltas en mi cabeza y mi ira crecía…

Bueno, el asunto es que estábamos en el Máscara, y mientras bailaba no se me ocurrió nada mejor que darle un beso al gordo, sólo para molestarla… “Contra la pared” cantaban los amigos con que estábamos y nosotros métale besándonos apoyados en una pared, el show duró como una hora. Y de repente miro a Fran que estaba sentada, con un metro y medio de cara en el escenario, – se veía tan linda amurrada con los pies cruzaditos tipo yoga -, Me acerqué a ella como si nada hubiera pasado, me senté a su lado y le pregunté por qué estaba así, estuvimos calladas un rato, hasta que me dijo: sé que esto no es normal, por favor no te asustes porque se me va a pasar, pero te amo… Yo la miré con el corazón a mil, y le dije: yo también te amo, porfa, que no se te pase… Ese fue el principio de nuestra historia…

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