Mi pareja ya no me excita: ¿Se acabó el amor?
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MHace rato que vengo escuchando términos como poliamor, amor libre, encuentros casuales y un sinfín de denominaciones para lo que finalmente se interpreta como la no monogamia o la ruptura sistemática de lo que la sociedad acepta como normado en una relación de pareja. Cabe destacar que, los conceptos que mencioné significan cosas muy distintas y se trata de un tema bastante complejo, sin embargo, me llevó a replantearme la idea de la monogamia y el hecho de que ya casi nadie sea partidari@ de ella. ¿Será que estamos programados para amar solo mientras haya deseo sexual? ¿Tiene una fecha de caducidad la libido hacia una sola persona? ¿Si se acaba el deseo; termina también el amor?
Hace algunos meses, hablando con un amig@, descubrí que le era infiel a su pareja con la que lleva, al menos, cinco años. Al principio me espanté, pues he compartido con ellos muchas veces, sin embargo, cuando le pregunté por qué lo había hecho me respondió con toda naturalidad: “Es absolutamente normal que el ser humano sea polígamo. El amor monógamo es algo que nos ha impuesto la sociedad y, si lo investigamos, hay muchas culturas que avalan las uniones de un hombre con varias mujeres y viceversa; es una cuestión cultural”. Quedé atónita, sentí que era una sinvergüenzura decir así sin más que tenía otra pareja sexual y que, además, lo justificara. Pero después de tomarme un par de roncolas con mi amig@ y de escuchar su discurso sobre cómo se nos ha impuesto la visión platónica del amor eterno e inalcanzable que termina al extinguirse nuestras almas, llegué a una conclusión: en gran parte de su discurso, estaba en lo correcto. Las personas amamos a quien nos complementa, a quien es nuestra mejor versión y en quien nos vemos reflejados e identificamos. Admiramos a esa persona y llegamos a idealizarla tanto que nos dejamos llevar por lo superfluo antes de conocerla por completo. Cuando descubrimos que ese otro posee su propia individualidad, metas, intereses, y sueños, que no siempre serán compartidos con nosotros, el interés disminuye, la pasión se va apagando y esa dulce etapa que conocemos como enamoramiento, y que no es más que un proceso químico, se disipa. Es ahí cuando la libido comienza a menguar, la atracción sexual se minimiza y comenzamos a desear a otros, a vernos reflejados en otros…
El amor siempre ha sido para el ser humano un misterio, pero creo que todos tenemos alguna idea vaga, pero propia, de lo que es. Por otro lado, el factor físico y reptiliano, el deseo sexual, es fácilmente explicable como un proceso biológico, pero… ¿y qué pasa con los homosexuales? Según los filósofos griegos, el amor homosexual era más puro, puesto que no tenía la finalidad de procrear y, por ende, no tenía otro fin más que el amor mismo… hoy veo que no es así y que tanto los heterosexuales como nosotros, los miembros de la comunidad LGBTI+ tenemos necesidades sexuales con o sin la finalidad de procrear, la necesitamos por mero placer, porque biológicamente es una necesidad que se puede separar perfectamente del ámbito espiritual.
Ahora, existe un motivo por el que, según los que estamos en una relación estable basada en el amor, sentimos una baja en la atracción por nuestr@ compañer@, la disminución del deseo sexual e incluso la sensación de que el sexo es un deber en lugar de un acto espontáneo. ¿Por qué? ¿Es que acaso ya no amo a mi pareja?, es lo primero que se nos viene a la mente, pero definitivamente, no es así. Me explicó un psicólogo de confianza que es un proceso normal; el amor no se extingue, se extingue el deseo debido a que el cuerpo del otro se vuelve un lugar común, un sitio que nos es tan familiar como nuestra propia piel, por lo que la novedad ya no es un factor de excitación, y la sorpresa casi no existe. Aquello lleva a muchas personas a buscar esas emociones perdidas en otra parte, en otros brazos, pero como consecuencia se enfrentan a un montón de dudas, miedos, inquietudes y culpas… Quizá por eso las nuevas generaciones prefieren adherirse a estas nuevas formas de relacionarse, para no sentir que traicionan o son traicionad@s, pero el riesgo no termina allí: estamos en plena transición, de evolución, de crecimiento como sociedad y, si no somos capaces de mantener nuestros intereses y deberes para con nosotros y con nuestra o nuestras parejas, no haremos otra cosa que llenarnos de confusión y caer en inseguridades tremendas. El sexo va a perder su impacto mientras más lo normalicemos y terminaremos siendo almas que buscan amor en el lugar equivocado, en un lugar común, en la cama de nuestro amante de turno. Quizá esté equivocada y mi pensamiento sea muy retrógrado, pero me atrevo a comentar esto porque, hace poco, mi amig@ vino a mí en total desesperación: se había enamorado de su amante.
Si bien, es una apuesta atractiva esta de las nuevas formas de relacionarse, existe también un riesgo y es que no somos una sociedad con la madurez suficiente como para realizar tratos de este tipo o no todas las personas buscan más de una pareja, sino una, amarla y entregarse en cuerpo y alma (sí, así de cursi), porque el placer de la entrega mutua, la conexión y el sentido de pertenencia con el otro llena la relación de complicidad y eso la vuelve mágica. El error fundamental, a mi juicio, es dejar de hacer lo que se hacía en el momento de la conquista, lo sé porque es agotador conquistar continuamente a una persona, pero es eso lo que mantiene una relación a fuego vivo. Salir a comprar juguetes sexuales, sorprender a la pareja con un atuendo sexy o asaltarla con un juego de rol tomado muy en serio; siempre van a ser detonantes de excitación. Hablarle al oído, hacer sexting, cuidar la apariencia personal, mantener ciertos límites de confianza y probar cosas nuevas, es algo que no siempre se hace por pura dejación. Hay mil formas de complacer al otro y mil más de ser complacidos nosotros, todo está en nuestras manos (en realidad, en todo el cuerpo), y la comunicación es también la base del placer: debemos decir qué nos gusta y qué no, qué estamos dispuest@s a hacer y qué no haríamos nunca… el sexo es más que una danza ancestral llevada a cabo por dos o más cuerpos; es una forma de comunicar, de conectar, de amar… quizá por eso las nuevas formas de relacionarse son tan inestables o fugaces, porque falta ese principio básico. Cuando realmente se ama a alguien en cuerpo y espíritu, todo es transable y se debe comunicar al otro sobre lo que se desea, fantasea y quiere probar. Si mi pareja quisiera hacer un trío o probar ciertas prácticas sexuales, existe la confianza y el respeto como para saber cuáles son mis límites, de momento no estoy lista para dar ese paso, pero no me negaré a la posibilidad. Si la mujer que amo quiere explorar y tengo en mis manos el poder de decidir darle más placer; ¿por qué no hacerlo?
El amor puede tener ciertas libertades, siempre y cuando no se pase a llevar al otro… Es mi humilde opinión.
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"Amante de las letras, los misterios de la noche y los gatos. Romántica por esencia, pasional por instinto. Enamorada de su primer amor..."

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