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Del Amor al Odio (2da Parte)

Soy Lela

Del Amor al Odio (2da Parte)

Del Amor al Odio (2da Parte)

Pasó una semana y me llamó para que nos viéramos, nos juntamos en un bar pequeño cerca del pintoresco barrio Lastarria.

Hablamos un buen rato, hasta que los tragos comenzaron a hacer efecto. Ella no dejaba de coquetearme y me era muy difícil contenerme, era verdad que deseaba estar con ella, siempre me había gustado, pero estaba con alguien y, por si fuera poco, conocía a la Helena de antes, que de por sí era extraña, pero no a esta, y me asustaba un poco. Era mucho más decidida, como si no le importara nada, ni siquiera nuestra amistad. Le pedí que por favor se detuviera o no volveríamos a vernos, le dije que yo era su amiga y que tenía que respetar mi relación con Gabriel si en verdad me quería. Me dijo que me quería, que un beso entre amigas no significaría nada, que no estábamos haciendo nada malo.

―Helena, detente, por favor.

―No entiendo por qué te resistes a algo que quieres hacer.

―Porque no es algo que deba hacer…

Arremetió con un beso en mi cuello.

―¿Estás segura? ―preguntó poniendo una de sus manos en mi entrepierna, por debajo de la mesa. Antes de que dijera cualquier cosa, me calló con un beso.

Me tomó de la mano y fuimos hasta el estacionamiento del lugar, había poca gente y estaba oscureciendo. Sin piedad alguna recorrió mi cuerpo bajo la ropa, me mordió el cuello, los labios, y me besó con euforia. Me desabotonó el pantalón y metió una de sus manos bajo mi ropa interior, no le costó casi nada entrar en mí y cogerme con sus dedos, con la otra mano me tapó la boca. Tuve un fuerte orgasmo, acompañado de dolor y culpa. Sentí el sabor metálico de la sangre en mi boca, sus besos y mordidas habían sido demasiado intensos. También sentí dolor en la entrepierna.

Sin decir nada, fuimos a tomar locomoción, cada una se fue a su casa.

Esa noche me envió un mensaje pidiéndome perdón por haber sido tan agresiva, se disculpó diciendo que me deseaba demasiado y que el alcohol la había llevado a actuar así…

Pasaron algunos meses y seguimos encontrándonos así, periódicamente. Ella sabía que yo no iba a dejar a mi novio y yo sabía que ella salía con otras personas, pero era como un vicio seguir cayendo en sus brazos, dejándome azotar por sus caricias violentas y sus bajas pasiones; ya no había vuelta atrás… Me había enamorado de ella.

Pasó casi un año y yo tenía una relación estable con Gabriel, estábamos recién egresados y con planes de irnos a vivir juntos… tan estable era mi relación como mis encuentros con Helena. Ella no hacía más que tratarme como a una amiga con la que tenía sexo de vez en cuando; yo en cambio, la amaba, pero no podía decírselo, no a menos que ella sintiera lo mismo y claramente no era así.

Una tarde, en su cama, después de haber estado haciéndolo por horas, me acurruqué en su pecho. Ella besó mi cabeza y dormitamos un rato.

―Te quiero… ―me dijo

―Yo te amo…

―Yo también te amo… ―se incorporó para verme a los ojos―. Por favor, quédate conmigo…

―Sabes que tengo que volver a mi casa.

―No me refiero a esta noche… quédate conmigo, elígeme a mí. Deja a ese tipo, déjalo y quédate conmigo.

Hubo un largo silencio.

―No puedo.

―Entonces vete, no voy a rogarte que te quedes.

Regresé a mi casa.

Pasaron los días, Helena dejó de llamarme. Luego los meses… Al tercer mes no aguanté más y la llamé, me dijo que no podía hablar, que nos juntáramos en otro momento. Dijo un día y una hora y acudí.

Me contó que había conocido a alguien, que se había encaprichado con ella y que la había descubierto engañándola. No supe qué decir, estaba dolida por su ausencia, en parte me alegraba lo que le había pasado.

―No te enojes conmigo, sabes que te quiero y que nunca voy a cambiarte… es decir, aunque salga con otra, nunca te voy a dejar…

Esta vez fui yo quien la besó. Terminamos teniendo sexo esa tarde en el mismo estacionamiento en el que lo hicimos la primera vez. Luego nos fuimos tomadas de la mano hasta donde pasaban los colectivos y se despidió de mí con un apasionado beso.

Esa fue la última vez que la vi.

Desapareció por semanas, mi corazón estaba confuso y dolido. Le mandé muchos mensajes y nunca respondió, finalmente, decidí no hablarle nunca más. Gabriel me notaba extraña y pensaba que era su culpa, me trató como nunca nadie lo había hecho, con tanta dulzura que a veces me hacía llorar… me sentía la peor persona del mundo. Fue en uno de esos días en que Gabriel me pidió matrimonio.

Pasaron unos días, creí que todo estaba en calma, hasta que Helena me escribió. Se excusó diciendo que había perdido su teléfono, que la perdonara. Yo estaba decidida a seguir con Gabriel así que le dije enojada que era mejor que no nos viéramos más, que lo nuestro se había vuelto tóxico, que yo… que yo me había enamorado de ella, y por eso tenía que dejar de verla.

―¿Y ahora me lo vienes a decir? ¿Por qué nunca aceptaste estar conmigo entonces?

Me recriminó. Le dije que necesitaba verla una última vez, para despedirnos, no quería que años de amistad se fueran así como así a la basura… ella aceptó.

Cuando llegó el día, le escribí:

“¿Te veo esta tarde en el café en el que quedamos?”

Pasaron las horas, y no me respondía. Comencé a pensar que quizá era una mala idea verla, que era mejor llamarla y decirle adiós de una buena vez, aunque deseaba verla con todo mi ser.

Ya era bastante tarde, estaba por caer la noche, cuando me llegó un mensaje suyo:

“No… y por favor, no vuelvas a hablarme. Adiós”

No entendí nada, nada. Había bloqueado mi número. Intenté llamarla desde otro teléfono, pero no contestó. Me quedé con una sensación desagradable y extraña, no sabía el porqué de su reacción.

Instada por una amiga, revisé su cuenta de Facebook (yo no la tenía agregada, no quería que Gabriel supiera de mi amistad con ella). Aparecía en su foto de portada junto a una chica… se estaban besando. Más abajo, una canción y luego un: “Feliz dos meses, mi amor”.

Yo ya no sentía nada por la persona que tenía a mi lado, ya no amaba a Gabriel, amaba locamente a Helena; ella, por su parte, se había quitado las ganas ancestrales que tenía conmigo y ahora hacía tranquilamente su vida. Ya había tenido de mí lo que deseaba, yo ya no le era útil. Si en verdad me amó alguna vez, nunca lo sabré.

Una venganza perfecta, digna de Helena: la siempre indomable e impredecible Helena.

 

"Amante de las letras, los misterios de la noche y los gatos. Romántica por esencia, pasional por instinto. Enamorada de su primer amor..."

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