De la mano de Mailen Ema Sofía, te invitamos a viajar por una linea de notas que abordarán temas diversos pero nuestros, que en algún momento debemos conversar, debatir, pensar, actuar, por la importancia que tienen para cada un@, sobre todo en estos días. Atención!
La conciencia que tenemos los humanos sobre la existencia del tiempo, nos permite viajar constantemente entre pasado, presente y futuro, muchas veces saltando de un extremo al otro y perdiéndonos irremediablemente de aquel entremedio, ocasionando uno de los principales problemas de nuestra existencia: No vivimos el presente.
Esto sucede porque nuestro cerebro tiene la capacidad de generar recuerdos en la estructura conocida como Hipocampo, la cuál tiene la particular forma de caballito de mar. Dependiendo de lo significativo que fueron estos momentos, posteriormente serán almacenados en la corteza pre-frontal y otras zonas o lóbulos de nuestro encéfalo, permitiéndonos a través del proceso de la memoria revivir los momentos que nos marcaron, evocando las emociones o sensaciones que vivimos, ya sean positivas o negativas. Permitiéndonos asimilar la información nueva que nos llega con la que ya teníamos, logrando acortar el camino neuronal de sinapsis y produciendo una rápida respuesta frente a un estímulo, previniéndonos de lo que pueda sucedernos con este a futuro. Un claro ejemplo puede ser cuando sufres el ataque de un perro durante tú infancia, dependiendo de la gravedad que tenga este incidente puede provocar un Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT) o incluso una fobia, originando un miedo incontrolable frente al animal, condicionando tus actitudes frente a el y creando una expectativa negativa al sentir que todos los perros pueden morderte.
Hasta este punto, esta capacidad que tenemos de concebir el futuro parece ser un buen mecanismo de defensa y logro de metas, ya que toda expectativa, sea realista o no, pasa a ser un objetivo y cuando el cerebro se enfoca en un propósito es muy difícil que no le siga el cuerpo. Así es como a través de nuestras vivencias pasadas proyectamos las posibilidades futuras, elaborando planes e ideas en nuestra mente de como deben o no deben ser las cosas, todo a partir de los deseos, ilusiones y necesidad de controlar lo que está por ocurrir, para que esas esperanzas puestas en el futuro se cumplan sin repetir las experiencias dañinas del pasado
Esto queda en evidencia cuando observamos como funcionan la gran mayoría de familias o grupos sociales, que desde el nacimiento nos empujan a cumplir con sus pretensiones personales y con las del entorno que habitamos, otorgándonos una mochila de objetivos y metas que pueden distar mucho de lo que realmente nos hace felices, puesto que corresponden más a legados familiares o sueños frustrados ajenos. Es así como muchas personas estudian o trabajan en áreas que no les apasionan e incluso los amargan, debido a que hubo una imposición de expectativas de las cuales no pudieron salir por temor a perder la aceptación de sus seres queridos.
Me parece que este es el punto realmente nocivo de las dichosas expectativas, cuando toman un rol principal en nuestras vidas, alejándonos del auto descubrimiento, de contemplar la realidad del entorno y no dar espacio a la espontaneidad propia de la vida. Implementando la idea de que otras personas deben actuar de determinada manera para ganarse nuestro cariño y favor, tal como alguna vez nosotres tuvimos que cumplir con intereses impropios. Así es como vamos tomando nuestras decisiones y formando los vínculos más significativos, buscando personas que se acomoden a lo que queremos; que sea de tal o cual forma, que le gusten mis intereses, que opine como yo opino y, ante todo que me complemente ¡Como si une fuera un producto incompleto!
Mi caso es como el de cualquier persona, mi cerebro genera expectativas de manera casi automática porque está educado para prever los acontecimientos y mantener el control para sentirse a salvo, pero lo cierto es, que casi nunca pasa lo que pienso o anhelo de la forma que estaba gestado en mi cabeza, lo que me produce mucha ansiedad o angustia dependiendo de la situación. Pero con todo lo que esta sucediendo no me ha quedado más que bajar los niveles de pretensiones y exigencias, teniendo que replantearme mis esquemas de conductas y hábitos adquiridos, dándome el tiempo de observar cuanta energía dedico a las expectativas y más aún, cuanto puedo exigirle al resto para que estas se cumplan, llevándome frecuentemente a un estado de frustración o decepción, puesto que es si lo pensamos en profundidad, es bastante injusto y arbitrario exigirle a la otra persona que actúe como uno quiere o necesita, sin antes darse el tiempo/espacio de comunicar los afanes o esperanzas de forma consiente y respetuosa con lo que cada une pueda anhelar.
Ya sean positivas o negativas, las expectativas nos invitan falsamente a buscar descifrar lo que esta por ocurrir, pero querámoslo o no, la vida es caos y no dejará de serlo por más que busquemos dominarla. Las personas cambiamos con el tiempo, no siempre queremos lo mismo y a veces ni si quiera sabemos que queremos. Así que amigue, aléjate de tú expectativa y trabaja por tus esperanzas, aceptando que no tenemos el poder de controlar los sucesos, pero si nuestras reacciones frente a ellos.
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